“La muerte espera al más valiente, al más rico, al más bello. Pero los iguala al más cobarde, al más pobre, al más feo, no en el simple hecho de morir, ni siquiera en la conciencia de la muerte, sino en la ignorancia de la muerte. Sabemos que un día vendrá, pero nunca sabemos lo que es”.
“Comencé a escribir para vivir y ahora escribo para no morir”.
“No existe la libertad, sino la búsqueda de la libertad, y esa búsqueda es la que nos hace libres”.
- Carlos Fuentes.
Limitar la obra de un autor a una sola frase, es algo imposible; pero citar un pensamiento suyo es nunca olvidarlo. “Debes ver la cara de la muerte para empezar a escribir seriamente”, narraba el entonces escritor y diplomático Carlos Fuentes, a quien recordamos hoy por su décimo aniversario luctuoso.
Carlos Fuentes Macías, considerado un pilar fundamental del denominado boom de la novela hispanoamericana de los 60´s (siglo XX), nació en Panamá el 11 de noviembre de 1928 y murió el 15 de mayo de 2012, en la Ciudad de México. Considerado por muchos intelectuales como candidato idóneo a recibir el Premio Nobel de Literatura, nominación que no llegó.
En este micrositio conmemoramos la vida y obra de este gran autor, intelectual y diplomático mexicano. Tras una niñez itinerante, por visitar ciudades como Montevideo, Río de Janeiro, Washington D.C., Santiago de Chile, Buenos Aires, debido al trabajo de su padre; fue a sus 21 años que, Fuentes decidió dedicarse a las letras, mientras cenaba junto a Thomas Mann, influenciado por este escritor alemán, ganador del Premio Nobel de Literatura.
Se tituló como Licenciado en leyes por la UNAM, y logró un doctorado en economía en el Instituto de Estudios Internacionales de Ginebra, Suiza; después trabajó en la delegación mexicana de ese país ante la Organización de las Naciones Unidas. Durante sus estudios consiguió ser becario del Centro Mexicano de Escritores.
Sus obras
“Aquí vivimos, en las calles se cruzan nuestros olores, de sudor y páchuli, de ladrillo nuevo y gas subterráneo, nuestras carnes ociosas y tensas, jamás nuestras miradas. Jamás nos hemos hincado juntos, tú y yo, a recibir la misma bestia; desgarrados juntos, creados juntos, sólo morimos para nosotros, aislados. Aquí caímos. Qué le vamos a hacer. […] Águila sin alas. Serpiente de estrellas. Aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer. En la región más transparente del aire”. Fragmento de La región más transparente, C. Fuentes.
“Tocas en vano con esa manija, esa cabeza de perro en cobre, gastada, sin relieves: semejante a la cabeza de un feto canino en los museos de ciencias naturales. Imaginas que el perro te sonríe y sueltas su contacto helado. La puerta cede al empuje levísimo, de tus dedos, y antes de entrar miras por última vez sobre tu hombro, frunces el ceño porque la larga fila detenida de camiones y autos gruñe, pita, suelta el humo insano de su prisa. Tratas, inútilmente de retener una sola imagen de ese mundo exterior indiferenciado.
Cierras el zaguán detrás de ti e intentas penetrar la oscuridad de ese callejón techado -patio, porque puedes oler el musgo, la humedad de las plantas, las raíces podridas, el perfume adormecedor y espeso-. Buscas en vano una luz que te guíe. Buscas la caja de fósforos en la bolsa de tu saco, pero esa voz aguda y cascada te advierte desde lejos:
-No...no es necesario. Le ruego. Camine trece pasos hacia el frente y encontrará la escalera a su derecha. Suba, por favor. Son veintidós escalones. Cuéntelos.
Trece. Derecha. Veintidós.
El olor de la humedad, de las plantas podridas, te envolverá mientras marcas tus pasos, primero sobre las baldosas de piedra, enseguida sobre esa madera crujiente, fofa por la humedad y el encierro. Cuentas en voz baja hasta veintidós y te detienes, con la caja de fósforos entre las manos, el portafolio apretado contra las costillas. Tocas esa puerta que huele a pino viejo y húmedo; buscas una manija; terminas por empujar y sentir, ahora, un tapete bajo tus pies. Un tapete delgado, mal extendido, que te hará tropezar y darte cuenta de la nueva luz, grisácea y filtrada, que ilumina ciertos contornos”. Fragmento de Aura, C. Fuentes.
"...Amilamia riendo con placer cuando yo la levantaba del talle y la hacía girar sobre mi cabeza y ella parecía descubrir otra perspectiva del mundo en ese vuelo lento. Amilamia dándome la espalda y despidiéndose con el brazo en alto y los dedos alborotados. Y Amilamia en las mil posturas que adoptaba alrededor de mi banca: colgada de cabeza, con las piernas al aire y los calzones abombados; sentada sobre la grava, con las piernas cruzadas y la barbilla apoyada en el mentón; recostada sobre el pasto, exhibiendo el ombligo al sol; tejiendo ramas de los árboles, dibujando animales en el lodo con una vara, lamiendo los barrotes de la banca, escondida bajo el asiento, quebrando sin hablar las cortezas sueltas de los troncos añosos, mirando fijamente el horizonte más allá de la colina, canturreando con los ojos cerrados, imitando las voces de pájaros, perros, gatos, gallinas, caballos." Fragmento de Muñeca reina, C. Fuentes.
Su participación en el servicio exterior, lo llevó a colaborar como representante diplomático mexicano en Francia. Renunció a su cargo diplomático como embajador en protesta al nombramiento del expresidente Gustavo Díaz Ordaz.
De acuerdo con los archivos abiertos del FBI (2013), Fuentes fue seguido por esta agencia y el Departamento de Estado de los Estados Unidos por dos décadas, ya que era visto por algunos funcionarios de aquel país, como un “destacado escritor comunista”, que contaba con un largo historial de “relaciones subversivas” al haber formado parte del Partido Comunista Mexicano. Razón por la cual, en varias veces le negaron la visa.
Carlos Fuentes recibió innumerables premios y distinciones; entre ellos: el Premio Xavier Villaurrutia (1976), Premio Internacional Alfonso Reyes (1979), Premio Cervantes (1987), Premio Nacional de Ciencias y Artes de Lingüística y Literatura (1984), Premio Príncipe de Asturias (1994), Premio Internacional Don Quijote de la Mancha (2008), Premio Fomentor de las Letras (2011). Obtuvo la Medalla Picasso; fue nombrado Doctor honoris causa por la Universidad Nacional Autónoma de México, así como por la Universidad de Cambridge y la Universidad de Harvard, entre otras. Con ayuda de Octavio Paz, Carlos Fuentes fue elegido miembro del Colegio Nacional.
Hablar o pensar en Carlos Fuentes es, sin duda, un referente obligatorio en la historia literaria, política e intelectual de nuestro país, y del mundo. Escritor crítico y controversial, se puede o no estar de acuerdo con él, lo que resulta imposible es no considerar sus palabras como una opinión valiosa.
Para muchos y a la postre, debió recibir el Premio Nobel de literatura (igual que Borges); quizá el premio se perdió la oportunidad de ser ostentado por un gran escritor.
Ahora que Carlos Fuentes ha partido del mundo terrenal, nos quedan sus palabras para la eternidad, para las generaciones venideras, para poder mirar a México desde esa región transparente que él nos inventó.
Y nada mejor para reconocerlo que a través de las palabras de quienes, en vida, compartieron sus días. Leamos a nuestros grandes escritores y su crónica de Fuentes y el artículo Doce veces Fuentes .
Homenaje a Carlos Fuentes.
Gonzalo Celorio
Homenaje a Carlos Fuentes.
Hernán Lara Zavala
Homenaje a Carlos Fuentes.
Ignacio Padilla
Homenaje a Carlos Fuentes.
Vicente Quirarte
Homenaje a Carlos Fuentes.
Ignacio Solares
Homenaje a Carlos Fuentes.
Xavier Velasco
Después de revisar la información sobre nuestro personaje central, los invitamos a realizar las siguientes actividades:
AURA , de Carlos Fuentes (Cortometraje)
“El muerto no sabe lo que es la muerte, pero los vivos tampoco”.
“Dijo que la muerte solo vence a quien no se asombra de ella, la vida también”.
Carlos Fuentes