Buenos días a todos compañeros!!
Somos de la Escuela Secundaria General “José Gpe. Longoria” Pob. Nuevo Progreso, Municipio de Aldama, Tam. C.C.T. 28DES0075M
Los participantes de toda situación de Acoso Escolar son tres: los acosadores, la víctima y los espectadores. Se trata del denominado “Triángulo del Bullying”.
Agresor o Victima activa
Cabe aclarar que en la mayoría de los estudios realizados sobre este tema se menciona la necesidad de diferenciar distintos tipos de víctimas, incluyendo como víctima al agresor.
Normalmente, el agresor tiene un comportamiento provocador y de intimidación permanente. Posee un modelo agresivo en la resolución de conflictos, presenta dificultad de ponerse en el lugar del otro, vive una relación familiar poco afectiva, y tiene muy poca empatía.
Normalmente, los jóvenes agresivos no agreden delante de los adultos, por lo tanto los profesores y padres desconocen la existencia de estos comportamientos agresivos y desafortunadamente no pueden hacer algo para detener a los agresores o ayudar a los jóvenes que están siendo agredidos. El comportamiento agresivo no es normal y no debe ser considerado como que “es cosa de niños.”
Todo ello les hace poco soportados por el resto de alumnos, aunque su popularidad puede ser variable (no olvidemos que en determinados niveles y en determinados colectivos de alumnos la capacidad de oposición a la jerarquía académica o la capacidad de presión sobre los semejantes de los alumnos bully puede despertar cierta admiración, aunque no se comparta su manera de ser). Además, sobre todo en los cursos elevados de secundaria, una clara actitud negativa hacia la escuela pueda ser apreciada en estos alumnos.
El perfil de un agresor o víctima activa suele ser el siguiente:
• Es frecuente que sean repetidores y de edad superior a la media de la clase.
• Su rendimiento escolar es bajo.
• Muestran una actitud negativa hacia la escuela.
• Suelen ser más fuertes físicamente que sus víctimas.
• Muestran poca empatía hacia las víctimas.
• Presentan altos niveles de impulsividad.
• Sienten la necesidad de dominar a otros mediante el poder y la amenaza.
• Toleran mal las frustraciones.
• Les cuesta aceptar las normas sociales.
• Presentan una actitud hostil y desafiante con padres y profesores.
• Perciben escaso apoyo y supervisión parental.
• Informan de frecuentes conflictos familiares, de autoritarismo y hostilidad.
• No acatan las normas sociales.
• Tienen una opinión relativamente positiva de sí mismos: presentan una autoestima media o incluso alta.
• Tienen un grupo pequeño de amigos (dos o tres) que les apoyan.
• Son más populares entre sus compañeros que las víctimas.
Además, el agresor suele presentar cuatro necesidades básicas que se resumen en el siguiente esquema (Rodríguez, 2004):
• Necesidad de protagonismo: El agresor suele tener la necesidad de ser visto y aceptado, de que le presten atención.
• Necesidad de sentirse superior: La mayoría de los agresores sienten un enorme deseo de ser más fuertes y poderosos que los demás.
• Necesidad de sentirse diferente: Los agresores suelen crearse una reputación y una identidad particular en el grupo de iguales que les rodea; pretenden ser diferentes y rechazan todo aquello que no es igual o similar a la imagen que han creado.
• Necesidad de llenar un vacío emocional: Los agresores no son capaces de emocionarse o reaccionar con afecto ante los estímulos diarios; por el contrario, persiguen constantemente nuevas vivencias y sensaciones que muchas veces logran únicamente cuando crean su propio “espectáculo”.
Los comportamientos y actitudes con los que hemos caracterizado al agresor hacen que su personalidad tenga las siguientes características:
• Agresivo y fuerte impulsividad.
• Ausencia de empatía.
• Poco control de la ira.
• Percepción errónea de la intencionalidad de los demás: siempre de conflicto y agresión hacia él.
• Autosuficiente
• Capacidad exculpatoria.Sin sentimiento de culpabilidad.
• Bajo nivel de resistencia a la frustración.
• Escasamente reflexivo o hiperactivo.
• Incapacidad para aceptar normas y convenciones negociadas.
• Déficit en habilidades sociales y resolución de conflictos
• Su evolución en el futuro puede derivar si no se trata hacia la delincuencia o la agresión familiar.
Agredido o Victima pasiva
Habitualmente, son niños que no disponen de recursos o habilidades para reaccionar, son poco sociables, sensibles y frágiles, son los esclavos del grupo, y no saben revirar por vergüenza o por conformismo, siendo muy perjudicados por la amenazas y agresiones.
La personalidad del agredido, más difícil de precisar y que no justifica que sea objeto de vejaciones, suele ser la de un niño identificado como víctima, débil, inseguro y con bajos niveles de autoestima. Se caracterizan por falta de competencia social, la cual se refleja en una carencia de asertividad; es decir, dificultad para saber comunicar sus necesidades. Posiblemente sea un niño sobreprotegido en el ámbito familiar.
El perfil de un agredido o víctima pasiva suele ser el siguiente:
• En su apariencia física suelen presentar algún tipo de desventaja (complexión débil, obesidad…).
• Su rendimiento académico es superior al de los agresores y no tiene por qué ser peor al del resto de los compañeros.
• Muestran poca asertividad, mucha timidez, inseguridad y ansiedad.
• Se sienten sobreprotegidos por sus padres y con escasa independencia.
• Suelen ser ignorados o rechazados por sus compañeros en clase.
• Tienen dificultades para imponerse y ser escuchados en el grupo de compañeros.
El niño agredido vive normalmente en una situación social de aislamiento (con frecuencia no tiene ni un solo amigo entre los compañeros); en relación a lo cual cabe considerar su escasa asertividad y dificultad de comunicación, así como su baja popularidad, que según algunos estudios llega a ser incluso inferior a la de los agresores. Para explicarlo, conviene tener en cuenta que la falta de amigos puede originar el inicio de la victimización, y que ésta puede hacer que disminuya aún más la popularidad de quién la sufre.
Estos niños suelen tener una conducta muy pasiva, miedo ante la violencia y manifestación de vulnerabilidad (de no poder defenderse ante la intimidación), alta ansiedad (a veces incluso miedo al contacto físico y a la actividad deportiva), inseguridad y baja autoestima; características que cabe relacionar con la tendencia observada en algunas investigaciones en las víctimas pasivas a culpabilizarse de su situación y a negarla, debido probablemente a que la consideran más vergonzosa de lo que consideran su situación.